KGB
El KGB (en ruso: Комитет Государственной Безопасности, Komitet Gosudárstvennoi Bezopásnosti, traducido como Comité para la Seguridad del Estado) fue el nombre de la agencia de inteligencia, así como de la agencia principal de policía secreta de la Unión Soviética del 13 de marzo de 1954 al 6 de noviembre de 1991.
En Rusia cualquier adolescente sabe que cuando el líder del país pide más poderes para los organismos represivos, la cosa va mal. Hay que cerrar la boca, no hablar de política ni en la cama matrimonial y, por si acaso, preparar un saco con calcetines de lana, un jersey y galletas. Eso, por si vienen a por ti de forma inesperada para ofrecerte un largo viaje gratuito a Siberia. Los rusos mamaron esta experiencia con la leche de sus madres. El miedo ante el KGB es de varias generaciones. La principal criatura comunista apareció el 20 de diciembre de 1917, pocos días después del golpe de Estado bolchevique. Creció muy rápido y su principal alimento siempre ha sido la sangre humana. Millones de personas fueron aniquiladas en los años 20 por “contrarevolucionarias”, decenas de millones en la década de los 30 por “enemigos del pueblo”. La máquina represiva con el GULAG como “empresa de vanguardia” era lo que mejor funcionaba en la dictadura. No es de extrañar que el padre Stalin le confiara no sólo el exterminio de sus enemigos sino también la “obra creativa”: el “órgano de la justicia proletaria” se dedicaba a construir la gran industria del país. El apogeo del monstruo fue a comienzos de los años 50 cuando, bajo mando del temeroso Lavrenti Beria, contaba en sus filas con los verdugos de GULAG, espías y soplones en cada casa y tenderete, policías municipales en todas las ciudades y pueblos rusos y agentes en el mundo entero. El sucesor de Stalin, Nikita Jruschev, limitó los poderes del KGB y lo sometió al control del partido comunista. Eso no les gustó a los dirigentes KGBistas acustumbrados a controlar y no a ser controlados. No es de extrañar que protagonizaran el complot contra Jruschev y lo derrocaran en 1964. En los tiempos de Brezhnev el poder de este organismo aumentó considerablemente. En 1967 fue creado el tristemente célebre “quinto departamento” dedicado a la lucha contra la disidencia política. Controlaba asimismo las “secciones especiales” de los manicomios para los adversarios del régimen. La lógica de aquel entonces era muy simple: “sólo un loco puede pronunciarse contra el comunismo, así que ¡bienvenido al manicomio!”A principios de los noventa con la caída del régimen bolchevique, el terrorífico mecanismo fue destruido o, mejor dicho, dividido en varios departamentos independientes. Así perdió todo su poder y su influencia en la vida política del Estado. Aparecieron el FSB (contraespionaje), el FSO (seguridad), FAPSI (comunicaciones gubernamentales), Cuerpo de Guardafronteras, la Inteligencia Exterior y un largo etc. Pero, al parecer, los tiempos “liberales” han terminado en Rusia. Llega la hora de la “democracia dirigible” —un nuevo concepto político, elaborado por el Kremlin. Por supuesto, todo el mundo sabe quien va a dirigir esta “democracia”. Pero, ¡ojo!, no se trata de copiar ciegamente el modelo estaliniano de un KGB omnipresente. Hay un elemento nuevo. Según la ley, el aparato represivo tendrá que rendir cuentas sólo ante el presidente, no habrá otro órgano de control. Ni el padre Stalin soñaba con esto. El KGB renovado cuenta, hoy en día, con 250.000 efectivos, de ellos 110 militares, fuertemente armados, hasta con su propia aviación de combate.
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